Mi amiga
Cuando yo
nací, ella ya estaba allí. Yo de pequeña, no solía comunicarme demasiado. No
tenía amigos en el pueblo, siempre iba sola, y fue por eso que, un día harta de
hablar conmigo misma lo hice con ella. Al principio fue como un juego y entre
nosotras se creó una complicidad que nunca he conseguido con nadie más. Cuando
entré en la adolescencia, mis conversaciones con ella empezaron a ser lo que
llamaríamos profundas. Lo que me decía acababa siendo como un decálogo de
consejos y recomendaciones que iban mucho más allá, ya que ella intentaba
comunicarme una forma de vida.
- Vamos a ver:
-me decía.
- Lo que tú
tienes que hacer en esta vida es intentar adaptarte a lo que venga. ¿Qué en tu
camino te encuentras con un obstáculo? pues: o bien lo rodeas o intentas
superarlo, eso sí, tienes que tener resolución, no debes dudar. -la reflexión
antes de la acción no estaba hecha para ella-
- Debes ser la
más rápida. Aunque habrá momentos en que tendrás que pararte, dejar que otros
se te acerquen y darles lo mejor que tengas. Pero si alguna vez intentan
amordazarte, deja que actúen, no luches, ten paciencia, porque llegará un día
en el que podrás imponerte de nuevo, hacer que todo vuelva a su cauce.
Yo cuando
hablaba así no sabía bien que era lo que quería decir. Me marché del pueblo y
me instalé en la ciudad para estudiar y más tarde trabajar. Durante los
estudios dejé sus consejos un poco abandonados. Cuando volvía al pueblo algunas
veces la visitaba, pero entonces ¡tenía tantas cosas que hacer! además, también
tenía amigos y claro, ya no la necesitaba. En ocasiones estando con gente me
sentaba a su lado, pero sin conversar; otras, la veía cómo iba de un lado a
otro inquieta y únicamente le dedicaba alguna mirada furtiva. Pasados algunos
años, sin motivo aparente me vinieron a la mente sus consejos y lo vi todo muy
claro, ella formaba parte de mí, y sin proponérmelo había vivido a su manera.
El otro día
fui a una manifestación para defenderla, aunque sé que ella es inteligente,
también sé que son muchos los que tiene la fuerza, pero no la razón. Y aunque
os pueda parecer absurdo, he comprendido que ella, el agua, no es mía, sino de
todos.
Comentarios
Publicar un comentario