El anillo


Se observó el dedo anular, ahora sin anillo; le dolía la alianza inexistente, le dolía su dedo ahora vacío. No quería recordar más, ya no quedaba ni la marca, todo había acabado. Cuando María le dijo que se había terminado, él se resistió a creerlo. Dale la vuelta a todo, María, no puede ser que ya hayas tomado la decisión sin ni siquiera darme las razones, le dijo. Pero ella hacía tiempo que lo tenía claro; las discusiones se habían repetido día tras día y ahora ya no quería demorarlo más. Se fue a la habitación y empezó a hacer las maletas. Él recordaba a la perfección aquella tarde; él en el umbral de la habitación; ella moviéndose de un lado a otro, llenando las maletas de lo imprescindible para abandonarlo; él llorando, suplicando, intentado que María lo mirara; ella sin ver nada más que la ropa, sus documentos, las maletas. Idas y vueltas sin parar. Cuando ya no le cabía nada más, se sacó el anillo del dedo y lo dejó encima de la mesilla de noche. Ya está, adiós. Fue entonces, mientras ella cruzaba la puerta, cuando él se fue tranquilamente hacia la cocina. María, espera…. y zas de un golpe seco se cortó el dedo con el anillo puesto. Ahora sí, María, ahora todo ha acabado.


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