Ella
Oí decir que las
carcajadas se escuchaban en todos los rincones del Planeta. Ella se iba, pero
lo que nos dejaba no era una dulce eternidad, sino la más triste de las
esperas. Así es, amigos, lo volveré a explicar, no me canso, tengo tiempo, pero
la verdad es que todavía tengo la esperanza de que la historia no sea cierta
del todo, por aquello de que no se repita.
Ese día, Ella
empezó a subir las escaleras sabiendo que al final la estaban esperando. La Muerte por una vez no sería
la ejecutora de la
sentencia. Pero que creéis ¿qué iba como alma en pena? Nada
más lejos. No necesitó que nadie le comunicara la resolución, lo supo cuando,
al recoger su guadaña un día bien de mañana, vio que el filo estaba oxidado y
tan gastado que difícilmente podría sesgar vida alguna. Al principio del
Principio su trabajo le absorbía todo su tiempo, pero desde hacía algunos
siglos no era así. Había leído, mientras se llevaba a uno de los maestros
sufíes, un libro de cuentos que éste había escrito y del que no quería desprenderse
ni muerto y mira por donde aprendió un método para ahorrarse tiempo y trabajo.
Cada día antes de empezar su jornada se situaba en el centro de una habitación
rodeada de espejos, por una de aquellas cosas mágicas o extrañas que nosotros
los mortales no atinamos a entender, la imagen quedaba grabada en ellos y
entonces ella los repartía por alguno de los hogares escritos en la hoja del
día. Llegaba a una casa, dejaba el espejo y el casi muerto quedaba tan
impresionado que palmaba a los pocos minutos. Ella al cabo de unas horas lo
único que tenía que hacer era recoger su alma y listos, sin perder ni un
minuto. Pero bien, esta no era la historia que os iba a explicar…veamos, hace
un tiempo Aldo Ferrero estaba con cuatro amigos más, conversando de los
problemas del mundo y de pronto dijo: -debemos asesinar a la muerte; la gente
vivirá tranquila el resto de sus días, que serán eternos. - Los otros rieron la
ocurrencia, pero Aldo se enfadó y les aseguró que no era la primera vez que
tenía esta idea, es más, les comunicó que ya tenía el plan trazado. Se
repartieron Madrid en cinco zonas con el plan de ir al día siguiente de un
lugar a otro hasta encontrar a la
Muerte con las manos en la masa. Así lo hicieron
sin resultado alguno, fueron de un lugar a otro y siempre encontraban al
finado, nunca a la Muerte.
El tema empezó a
obsesionarles y después de muchos días intentándolo sin resultado alguno,
decidieron trasladar el experimento a un pueblo pequeño: Pinto. Allí también
morían, seguro. El fin de semana se instalaron en un hostal en el centro del
pueblo y, al igual que habían hecho en Madrid, se repartieron el territorio. El
afortunado fue, como era de esperar, Aldo (seguro que también esto estaba
escrito). Él la esperaba detrás de una
puerta, en la casa de un pobre moribundo, la Muerte lo supo en cuanto puso el pie en el primer
peldaño y empezó a reír como una loca, porque ¿cómo iba ella a tener miedo de
si misma? Cuando Aldo la tuvo enfrente le propino un mazazo en la cabeza que la
envió al dicho otro mundo pero que nadie, hasta el momento sabe dónde cae.
Inmediatamente el moribundo pidió un cocido madrileño y se levantó de la cama
dejando boquiabiertos a todos los herederos de cuya herencia, por el momento,
se despedían. A partir de ese momento los casi muertos dejaron de serlo y
volvieron a ser casi vivos, porque de todos es sabido que la vida, la mayoría
de nosotros, la vivimos a medias.
La hazaña de Aldo
no pasó desapercibida, sobre todo porque uno de sus amigos entregó una
exclusiva a una revista de gran tirada. Al día siguiente de su publicación, la
policía inició la investigación que a los pocos días era ya la preocupación de
todos los mandatarios del planeta. No se hablaba de otra cosa, vosotros lo
sabéis igual que yo. Al principio todo el mundo parecía contento, pero pasaron
los mese s y aquello empezó a
parecerse a un mal sueño y el caos se apoderó de la Tierra. Todos los
gobiernos, por una vez, estuvieron de acuerdo: construyeron nuevas cárceles y
dejaron a la mitad del planeta entre rejas. ¿Y el culpable? Aldo en cuanto vio
el resultado de su acción desapareció del mapa, hasta que agobiado por la culpa
se presentó a las autoridades. El juicio tenía una acusación clara que el
acusado no desmintió: Asesinato premeditado. El muerto; la Muerte. Que es como
decir toda la Humanidad ,
porque es bien sabido, que cada uno de nosotros tenemos nuestra propia muerte.
Aldo fue condenado por crímenes contra la humanidad, pero dada la situación, a
cadena eterna, puesto que la perpetúa se quedaba corta.
Ya sé que os estáis
preguntando que como es que ahora volvemos a tener la tierra poblada de
muertos, bueno pues ¿os creéis que un simple mortal podía acabar con Ella? No
amigos, no. ¿Por qué creéis que reía la Muerte ? Sabía que el tiempo que pasaríamos sin
ella sería inolvidable y, aunque no lo hizo por nosotros, sino porque a su edad
no podía quedarse sin trabajo, plantó una pequeña semilla de Muerte que tardó
en crecer pero que lo hizo. La nueva muerte, más rejuvenecida y vigorosa
llevaba en su interior el recuerdo de su otra vida y, como si lo llevara en los
genes, sabía a la perfección lo que tenía que hacer.
Y ¿qué fue de Aldo?
me preguntaréis. Cuando esto ocurrió, llevaba 30 años en prisión y la llegada
de la guadaña le resultó de lo más liberadora. En cuanto vio aparecer la hoja,
se levantó sin hacer la maleta.
Interessant!
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