Llena de luz




Mi padre cuando me engendró, me soñaba hermosa, llena de luz. Quería una hija que respirara por los cuatro costados. Pero los sueños no siempre se hacen realidad. Cuando nací, él no perdió la esperanza de que yo me desarrollara de acuerdo con sus ideas, pero la sociedad acaba moldeando a sus criaturas más que sus propios padres. Y fui creciendo, a lo largo y a lo ancho. En casa me producía un espantoso hastío tener que escuchar las comparaciones que mis familiares y sus amigos realizaban continuamente entre mi persona y una prima lejana a la que yo no conocía. Ella, por lo visto, ¡era fantástica, irradiaba una luz irresistible! Todos la adoraban y ella se pasaba la vida recibiendo visitas, conversando con los amigos y conocidos, a mí ella todas las historias que explicaban sobre ella, me parecían de una frivolidad espantosa. Una vez me mostraron una fotografía suya y sí, me pareció atractiva, pero un poco fría y si tengo que ser sincera, gris. Pero cualquiera se atrevía a criticarla, era la niña bonita de toda la familia. Mi madre no cesaba en su empeño de vestirme y lo que es más grave de educarme como a mi prima. Pasaban los años y había épocas en que me dejaban tranquila, podía moverme a mi gusto y era tan feliz... pero entonces algún acontecimiento o algún familiar ocioso con ideas luminosas nombraba de nuevo a mi queridísima prima y otra vez al ataque.

Han pasado muchos años, no me atrevo a deciros cuantos tengo y voy a gritar basta o es que aún no se ha enterado nadie de que yo tengo mi propia personalidad, de que soy Barcelona, no París.

Comentarios

Entradas populares de este blog

El metro

Las canas

Todo dentro